Sobre Corrientes, la gente
camina
a pasos largos.
Tumulto de negocios,
de voces
y de magos.
Allí,
la mendiga
tiende su mano.
Sentada sobre
el suelo
y cubierta
de trapos.
Podría tener mi edad;
pero impresiona su vejez.
La mirada
al vacío;
no esboza
palabra, sonrisa
ni llanto.
Estatua viviente
de la indigencia;
encarnación
de ¿quién?
en una vida previa.
Su existencia me desvela.
Entonces, despacio,
una moneda
dejo en su mano.
0 comentarios:
Publicar un comentario